Si algo he aprendido estos años de afición a las aves, es que tienes que estar preparado siempre para realizar observaciones. El momento más insospechado es el elegido, muchas veces, para que algún ave entre en escena inesperadamente. Esto puede ocurrirte en tu lugar de trabajo, en tu casa, cuando bajas a comprar... En definitiva, los observadores de aves debemos ir siempre atentos al cielo y a casi todo lo que se mueve a nuestro alrededor.
Esta mañana salí a montar en bici con uno de mis hijos para dar una vuelta por la ciudad. Cuando nos encontrábamos cerca de la estación de Alcorcón Central, alcé la vista y hallé una rapaz que sobrevolaba a cierta altura sobre la A-5. Primera sorpresa en el camino. Como no llevaba intención de toparme con ningún animal alado de cierta importancia, no llevaba los prismáticos (Gran error de un aficionado a la observación de aves), con lo que no pude averiguar con certeza de qué se trataba. A tenor de la coloración blanquecina de las alas, podría tratarse de un busardo ratonero, pero no descarto que se tratase de un milano real. Y no sería de extrañar, pues los campos de Castilla están viviendo ahora una invasión de estas rapaces que vienen de latitudes más septentrionales de Europa a pasar un invierno más templado.
Un rato más tarde, nos topamos con un grupo de lavanderas blancas. Estas no son una sorpresa, pues son fáciles de divisar cerca de las fuentes de nuestra localidad. Pero siempre es agradable verlas.
Cuando ya nos encontrábamos en el camino de retorno, nos topamos con la segunda sorpresa de la mañana: Una pareja de papamoscas cerrojillos cerca del Hospital. La sorpresa estriba en que es raro encontrar un ejemplar de esta especie por esta zona a estas alturas de año. Normalmente, cada año se produce un paso masivo de ejemplares hacia el sur, de tal forma que es facilísimo observarlos en los parques de Alcorcón o en la periferia. Pero este paso es de escasa duración, y suele ocurrir en el mes de Septiembre. Por eso, encontrar uno en la segunda quincena del mes de Octubre es extraño. Debe tratarse de ejemplares rezagados y aislados.
Después de esta sorpresa, aún nos quedaba otra, no muy lejos de allí. Esta vez era un agateador común el que se dejaba ver ante nuestros ojos. Como es típico de esta especie, se encontraba trepando por el tronco de un árbol. No es un ave muy fácil de observar, ciertamente. Suele ser esquiva y sus colores la suelen camuflar muy bien en los árboles. Ya había visto ejemplares en las Presillas y en los jardines de los Habitats, pero debido a su dificultad para verla fue un bonito colofón a la mañana.