Si alguna vez te has preguntado qué ave diurna comienza antes su actividad, la respuesta la encontrarás en esta entrada.
Son las 5:50 de la mañana y en la calle apenas hay gente. Pocos son los que cogen el coche a estas horas para iniciar, una jornada más, un día como otro cualquiera de trabajo. La mayor parte de la gente, apura los últimos momentos en la cama. Los más afortunados, aún tendrán alguna hora de sueño adicional. Todo es calma en nuestro municipio. Todo, menos nuestro protagonista, que ya ha iniciado su actividad y parece no acusar lo temprano del día, el mirlo común.
Lo primero que llama la atención, es su aflautado canto, que se escucha desde múltiples atalayas en la quietud de la noche. Una orquesta armonizada en una gran ciudad.
Además, a uno le extraña ver como estas aves se vuelven mucho menos huidizas a esas horas. Una gran cantidad de ellos se encuentran activos en aceras, setos, jardines... Y apenas se inmutan ante tu paso. Dan ganas de agacharse a tocarlos. Quizás piensen que su oscuro plumaje les vuelve invisibles en la oscura noche.
Desde otra atalaya, un individuo solitario de carbonero común se afana, sin conseguirlo, en ensombrecer el magnífico concierto con el que los mirlos nos están obsequiando. En este caso no encontramos una orquesta, sino a un solista.
Merecería la pena detenerse a escucharlos y deleitarse con su canto pero la realidad es la que es, no son ni las 6 de la mañana y comienza, un día más, una jornada de prisas y estrés en la gran ciudad.
Según algún estudio realizado, se trata de una conducta normal en mirlos de ciudad que no se da en mirlos de ambientes no urbanos, donde su canto no tiene que competir con el ruido generado por el tráfico y el resto de actividades humanas.
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