13 septiembre 2011

El paso postnupcial de los papamoscas cerrojillos


Después de unos meses donde la mayoría de las aves se han entregado en cuerpo y alma a la tarea de la reproducción, después de unos meses en los que los campos de España se han llenado de vivos colores y melodiosas notas que han alegrado la vista y el oído de los amantes de la Naturaleza, llega el mes de Septiembre.
Septiembre es un mes de cambio. Se va el calor, y llegan temperaturas más templadas. El campo se silencia y se respira una cierta tranquilidad en el comportamiento de las aves que hasta hace bien poco se mostraban activas y dispuestas a dejarse ver. Terminado el proceso reproductivo, ya no es necesario exhibir espectaculares plumajes ni melodiosos trinos para atraer a las hembras.
Descrito así, podría parecer que Septiembre es un mes insulso. Sin embargo, en este mes tienen lugar todavía acontecimientos naturales de gran espectacularidad, como la berrea o los grandes movimientos migratorios postnupciales de las aves. Estos movimientos, como ya describí en su momento, comenzaron en Agosto y tienen su continuación en Septiembre.
Uno de los movimientos migratorios más espectaculares que ocurren en el centro peninsular es el de los papamoscas cerrojillos. Su nombre se debe a que se alimenta de insectos voladores principalmente. Estos ágiles pajarillos, de plumaje con inconfundibles tonos blancos y oscuros, inundan nuestros campos desde finales de Agosto y durante la primera quincena del mes de Septiembre. En la segunda quincena e incluso en Octubre, se dejan ver pero en un número más reducido. Se ven por todos los lados, como si fuesen una plaga. Resulta curioso cómo en la primavera, apenas se ven en el centro peninsular en su viaje desde África hasta el continente europeo, ya que suelen ir a través del litoral mediterráneo, mientras en el viaje postnupcial hacia África, suelen atravesar masivamente la Península por la parte central y por el oeste.
Alcorcón no es ajeno ni mucho menos a este fenómeno. Si das una vuelta por los campos de alrededor, los verás sin ninguna dificultad. Y en plena ciudad, son menos numerosos y algo más esquivos, aunque están presentes en todos los jardines. Basta con buscarlos y seguro que los ves. Es inconfundible su plumaje y la manera en la que aletean mientras están posados, así como la caída típica de sus alas en reposo.

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